jueves, 1 de septiembre de 2016

Mordida Perfecta

A mis 12 años, realmente no me importaban mucho mis dientes, sí podía devorar una gran manzana mi fruta favorita, pero la moda entonces era usar brackets, unos fierros enormes con muchas ligas de todos colores. Yo estaba loca al desear que me colocaran tal aparato anti tecnológico en mi boca, ni siquiera comprendía que no solo era lucir una sonrisa adornada con los colores que más me gustaran, pero era "cool" ver a alguien con brakets hablando y cada abrir y cerrar de boca una liga de cada extremo se desplegara como resorte. Sin contar que mi caricatura favorita en ese tiempo era “Dientes de Lata”.

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Mis papás nunca hicieron por someterme a un tratamiento de ese tipo, no sé si fue por lo costoso o en realidad no querían verme sufrir... temporalmente.

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Como les dije, de cualquier forma a mis doce años no me importaba mucho mi dentadura, pero todo empezó a parecerme diferente conforme cumplí los 16 años más o menos, cuando empecé a convertirme en un ser vanidoso frente al espejo, y me di cuenta que tenía dientes de cocodrilo.
Si, sobre todo mis dientes inferiores que eran super notables, filosos y volteados como si estuvieran platicando unos con otros.

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Entonces note la mordida imperfecta que dejaba marcada en la manzana cuando la mordía.
Fue entonces que evitaba reírme a carcajadas en público, porque me avergonzaba de mi sonrisa y tapaba con mis manos la boca cada vez que reía, por lo que no era un ser libre de sentimientos y emociones, mi sonrisa me daba poca seguridad al sonreír por ejemplo al niño que me gustaba o al salir en fotos casuales prefería salir como una persona seria.

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La verdad nunca sufrí por las muelas del juicio, ni por la mandíbula torcida o tronadora. Mi problema siempre fue estético cosa que afecto mi autoestima gran parte de mi adolescencia.
Al conseguir mi primer trabajo ósea mi primer sueldo (yo ya tenía 21 años) mi primer objetivo fue poder pagar un tratamiento de ortodoncia ósea ponerme brackets con liguitas de colores.
Y así sucedió, acudí con el dentista un Doctor bastante serio en su trabajo y muy estricto, con estricto me refiero a que no atendía niños porque no le gustaba lidiar con movimientos bruscos, lloriqueos y malos ratos. Me hizo el presupuesto y me dijo: “aproximadamente en dos años tendrás tu sonrisa Colgate”, yo salí del consultorio totalmente emocionada queriendo ver realizados de inmediato esos dos años de espera.

En las primeras citas por mi tipo de problema el doctor me extrajo 8 muelas, pueden creerlo, es lo peor que sufrí en mi tratamiento, porque no me hicieron cirugía, solo me puso algo de anestesia y con unas pinzas y un martillo gigante media hora en cada una hasta que consiguió la raíz.
Quiero decir que sacar una muela es un proceso traumático para el paciente, duele demasiado y sientes como te martillan y truena tu muela. Entonces reconocí lo valiente que fui al no escurrir ninguna lagrima, ni moverme como desahuciado en silla eléctrica.

El primer día que el Dentista realizo la instalación de mis brackets, me dio a elegir de su arcoíris de ligas que tenía ahí sobre su mesa, por fin mi sueño hecho realidad. Salí del consultorio chimuela, con ligas de colores, sintiendo que la dentadura se me saldría como tren descarrilado, sentía que todos conocidos y desconocidos al mirarme sabrían que me acababan de poner brackest.

Amaba cada cita al dentista puesto que me pasaba toda la semana pensando en que color de ligas elegiría para combinar con mi esmalte de uñas, mi maquillaje y mi ropa.


La verdad la puesta de brackets no duele en lo absoluto, las ligas son la que causan dolor de cabeza los primeros días que te las ajustan, les cuento mi dieta de esos días: gerber (comida para bebe), sopas en caldo, agua, jugos, y toda comida que no tengas que masticar ni un poco.
Es por esta dieta que todos empiezan a notar que disminuyen tus cachetes, que te ves más delgada y la gente no parece comprender muy bien por qué rechazas todo tipo de comida, cuando tú lo único que haces es morir por poder comer justo todo lo que no puedes comer como: chicharrón, Tortas, Tostadas, muchas más cosas y manzana.

Desde que inicie con el tratamiento, tenía que partir la manzana en cuadritos para poder masticarla, Así fue como creció mi ilusión de llegar al día en que pudiera ver mi mordida perfecta marcada en una gran manzanota.

El cambio es instantáneo, en el momento que sales del dentista empiezas a notar cada día los pequeños y grandes avances, cada movimiento que se logra en cada ajuste de ligas, es realmente impresionante.
Durante el proceso, aprendes a nombrar y a identificar tus dientes como deben ser: premolares, caninos, mordida y cuando te encuentras a alguien más con brackets conversas sobre el tema como almas gemelas; por tu mente pasan pensamientos como: ¿y si muero con brackets?; Te acostumbras a durar 20 minutos lavando tus dientes y lo haces cada que comes una galleta, sobre todo oreo, comida con cilantro, pan bimbo claro a parte de lavarlos tres veces al día. Es fácil reconocer a una persona que se haya sometido a este tratamiento. Los brackets se vuelven parte de ti y la gente lo usa para describirte.  



Se cumplieron dos años y en cada cita a partir de ahí, yo preguntaba a mi dentista si ya estaban listos mis dientes, el solo repetía frases como estas: “casi están listos”, “solo una cita más”, “ya casi, no te desesperes”, esas frases duraron alrededor de casi otro año. Así que decidí olvidar tal desesperación.
En una cita cualquiera casi para cumplir tres años con tratamiento, el dentista me sorprendió diciéndome: "Alejandra es hora de retirarlos"

Les cuento que uno de los sucesos más importantes y por lo tanto felices de mi vida, fue cuando acudí con mi dentista para retirarme los brackets. Cuando los quito, al verme en el espejo sonreí y no me reconocía, fue como verme 100 veces más bonita de lo que me resultaba diariamente, así que no pude dejar de sonreír a partir de ese día, me sentía encuerada de los dientes, sentía que algo me faltaba.
Llegue a mi casa y fui directo al espejo, pase el resto de la tarde sonriendo de mil maneras, era mejor que haber comprado un vestido nuevo o unos tenis padrísimos, esta vez había comprado una sonrisa.


Gracias al magnífico trabajo de mi dentista me regreso la seguridad de sonreír a la vida, de no tener miedo al hablar ni a enseñar los dientes, claro también es cosa de crecer y madurar, puesto que una persona con dientes chuecos puede ser feliz a pesar de ese defecto si se acepta tal cual.

Después de algunos años, me he dado cuenta que la tecnología en estos ámbitos también progresa rápidamente, puesto que no solo puedes usar brackets estéticos trasparentes, si no que existen técnicas con mejores resultados en menor tiempo como implantes de dentaduras.

Ahora que tengo mis dientes derechos y bonitos, me doy cuenta que es muy importante cuidarlos, lavarlos, protegerlos y darles mantenimiento y claro darles uso sonriendo.


Y al fin logre la mordida perfecta en la manzana.

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Por: Ale Vivas